Para comenzar me gustaría que nos situemos en el inicio de la adolescencia por unos instantes… Esa edad maravillosa en la que la creatividad novelesca vuela alto y nos hace vibrar imaginándonos escenas de amor y pasión que pronto comenzaremos a experimentar… Buscamos en las imágenes sensaciones que corporalizamos…
Nunca nuestros padres se habían preocupado por darnos una clase de cómo exactamente hay que hacer para dar un beso apasionado. La “Técnica del Beso” fue durante un tiempo un gran misterio que nos hubiera gustado que alguien develara antes de quedar expuestos. Tampoco se han inventado manuales de procedimiento para esto. Todos sabemos las dudas que se plantean en ese instante de la vida ya que todos hemos pasado por lo mismo alguna vez, pero aun así nadie se ocupó de observar: cómo quedan los labios durante el beso, cuánto debe durar, qué intensidad debe tener y cuál es el momento de ponerle límite. Tampoco usamos unidades de medida para las diferentes partes del cuerpo que intervienen en el beso como el grosor de los labios o el tamaño de la lengua… No testeamos besadores, ni reclutamos según requisitos excluyentes, simplemente nos sentimos atraídos. Simplemente o mejor dicho “sofisticadamente” ya que las variables que intervienen son tan inmensamente diferentes como la cantidad de células que componen nuestros cuerpos, los cuerpos se atraen, los sentidos exacerban la definición de las sutilezas que queremos combinar para la fusión…
Un poco por imitación, otro poco por instinto.
Finalmente luego del primer beso podremos saber que habrá habido experiencias más memorables, otras no tanto, algunos guiados por algún “besador” experto, otros aprendiendo espontáneamente. Besos largos, cortos. Besos que se inmortalizan en nuestras historias de vida, besos de despedida, besos express, besos jadeados… Hay besos para pedir perdón, besos que perdonan, otros para dormir. Hay besos que nos hacen cerrar los ojos y nos inducen a un estado de relajación. Todos ellos alejados de la pauta y la estructura de la racionalidad. Instintivos, sanguíneos, oralidad y sensaciones al servicio del BESO.
Todos los besos tienen su paralelismo con lo que sucede durante la prendida de un bebé a la teta. ¿Casualidad?
¿Y Porqué nos empeñamos en instruir a una madre para ese primer beso de la vida de su bebé que es la prendida?
¿Somos capaces de darnos cuenta que esa primera prendida es comparable a un primer beso?
No hay entonces una sola forma de hacerlo, no importa cómo queda la boquita, ni si los labios parecen de pescadito, ni si hace sonidos o no, ni si hacen más o menos ruidos. Dejemos que las madres desconecten la razón al momento de prender por primera vez a sus bebés a la teta y de esa manera evitaremos muchos males posteriores como las grietas, los taponamientos y claramente las tan temidas mastitis.
Nos encanta ver besos apasionados en las novelas, en películas y en el cine, pero personalmente, en vivo, es difícil permanecer frente a dos personas que están besándose embebidamente. Es probable que para muchas personas también sea poco tolerable estar presentes durante mucho tiempo frente a una mamá con su o sus bebés prendidos a la teta sin hacer algún comentario intrusivo. Es probable que la erotización de la escena sea demasiado fuerte y en vez de correrse deban buscar la forma de darle fin a la escena…
Hay pezones enormes, otros mas conservadores, areolas de diámetros inalcanzables para algunas boquitas, otras imperceptibles, hay bebés bocones, otros con piquitos chiquitos, frenillos cortos y otros más holgados… ¿Cómo podríamos pensar en un plan de prendida acorde a todas estas variables? Sería como pensar en la adaptación de dos bocas para poder ensamblar adecuadamente en un beso… ¡qué locura! O capaz que han inventado las “Besoneras” y no me enteré…
La industria del beso también existe y se interpone con objetos como caramelos, chicles, perfumes bucales y su versión pediátrica o neonatal: “Las Pezoneras”… Pero más allá de las interferencias sabemos que nunca podrán reemplazar el placer del contacto. Si pudiéramos besar y ser besados en todas sus variantes de edad, género y relación con más intensidad y menos limitaciones, seguramente tendríamos una sociedad mas cariñosa, mas sensible y permisiva. La capacidad de incorporar la diversidad tiene que ver con comprender que los demás pueden hacer las cosas similares de manera diferente y conseguir lo mismo.
No estoy proponiendo que nos quedemos en la intimidad de los besos de los que no participamos activamente, sino todo lo contrario, que demos libertad y cobijemos esos espacios de intimidad que se generan entre dos o más personas cuando se comunican con sus cuerpos. Que no pase un solo día de nuestras vidas sin haber tenido algún contacto corporal desde el afecto. Que no censuremos lo que no podemos tolerar. Convivir tiene que ver con dar y recibir, proponer y aceptar y a veces saber hacerse a un costado.
Celebremos el Inicio de la Vida y besémosnos en vez de chocar copas, dejemos que los bebés y sus madres se comprendan y se conozcan a través del contacto y dejaremos de escuchar tantas quejas y discordancias…
Muack!