Ese bebito que está gestandose no posee aún una cantidad de grasa en su cuerpo capaz de generar un aislamiento por lo que su piel desarrolla una cobertura de pequeñísimos y delgados vellos al que en su conjunto llamamos lanugo.
Este lanugo que recubre gran parte de su cuerpo en zonas en las que usualmente luego del nacimiento no hay vellosidad, aparece inmediatamente después del período embrionario cerca de la semana trece de gestación en adelante.
Es muy característico de los bebitos que nacen de pretérmino y también de los bebés que nacen de madres con diabetes.
Se dice que el lanugo también ayuda a sostener el vénix caseoso, ese unto sebáceo que recubre la superficie corporal externa del bebé en gestación y que posee propiedades antibacteriales y bactericidas. Además, el vérnix forma una capa impermeable que impide la absorción excesiva de líquido amniótico y vehiculiza la salida del bebé del vientre materno.
A medida que el embarazo avanza, el bebé en gestación va perdiendo el lanugo progresivamente. Este queda suspendido en el líquido amniótico y es deglutido por el bebé, recorre su sistema digestivo y se aloja en el intestino formando parte de esa deposición meconial que expulsará luego del nacimiento.
Hacia el final de la gestación el lanugo desaparece usualmente, aunque algunos bebés que nacen de término también pueden presentar vellos en su espalda en las orejas y en la cara. Generalmente van debilitándose y se caen.
El lanugo tanto como cada célula del cuerpo de tu bebé, cumple funciones importantísimas en este proceso de formación.