Dedicado a todos los que en algún humilde rengloncito pudieran sentirse identificados…
La palabra para definir de manera global la experiencia de los primeros días con un bebé en casa sería “expectativa”. Me refiero al primer bebé en casa o los primeros en el caso de los múltiples.
He aquí un relato testimonial del cual voy a guardar la identidad, pero que bien podría ser el relato de casi la totalidad de las familias que visito en los primeros días de vida de sus bebés. Confieso que los primeros días de los bebés son para mí apasionantes.
Llegamos a casa en un remis que la Prepaga nos proveyó para el regreso. Lo cuento porque fue como un mimo que el Sistema de medicina Prepaga se ocupe del traslado a casa luego de parir. O tal vez una estrategia para que rápidamente uno vuelva a su casa y deje la habitación libre para el próximo “huésped”.
En los bolsos, que ahora de regreso se habían multiplicado como quien se va de viaje y trae regalos para toda la familia, había una gran, pero enorme cantidad de cosas que volvían sin haberse siquiera sacado de los mismos. Además los mil y un regalitos que nadie supo esperar para traernos y llegaron al sanatorio, todos listos con su ticket de cambio para –“cámbialo por lo que vos quieras”- como si uno pudiera planificar una tarde de paseo por los diferentes Baby Shops a cambiar regalitos….¡Que Genial! ¿No existe la Personal Shopper para cambio de regalitos de Recién nacido antes de que se venza la fecha? Invéntenlo por favor, tal vez cuando termine mi puerperio busque la forma de darle cuerpo a la idea y de paso dejo mi trabajo en relación de dependencia así puedo estar más tiempo con Tomi y trabajar desde casa. Igual voy a usar la licencia y mientras tanto iré armando algo como para darle continuidad a mis ingresos sin volver a tener jefe. Debe ser lindo trabajar desde casa…
Bueno, además de todo eso, en los bolsos hay montones de papeles nuevos, indicaciones, souvenires, la mantita del sanatorio que me la traje porque pensé que era un regalo, y todo lo que encontré con el logo del sanatorio como los sobrecitos de azúcar, el shampoo, el menú del Room Service. Como si pudiera inmortalizar mi estadía allí, pero en mi casa. Es que la internación me trasportó a un espacio de contención que dudo que vuelva a repetirse, claro que en esta etapa de la internación se nos ve a las puérperas como pacientes, al egreso dejamos de serlo y por ende dejamos de requerir cuidados y contención. ¡Que sociedad más desamorada! Si tan solo se dieran cuenta de que cuidar a una Madre con un bebé chiquitito es más negocio que atender una depresión puerperal o incluso los tratamientos prolongados por dificultades en el aprendizaje o los problemas de conducta que luego aparecen y etc!
Bien, volviendo al regreso, durante el viaje en remis con destino a casa me siento como redescubriendo una ciudad en la que vivo desde hace mucho años, pero que nunca había observado con ojos de bebé. Llevo las ventanas cerradas, pero veo nubes de humo negras salir de los caños de escape. El auto frena, sigue, frena, toca bocina y se contiene de decir algunas palabrotas sólo porque estamos con un Recién Nacido. Un copado el remisero, siento que piensa en mí… ¡Qué bárbaro! ¡Hasta la actitud de un remisero que no conozco me sensibiliza! Imagino en la vida de un bebé… ¿no haríamos estos movimientos para acunarlos? Pero sin embargo van formando parte de su impronta inicial de vida… (éstas pequeñas cosas ayudan a comprender sus comportamientos en relación a las diferentes modalidades que vamos en ellos imprimiendo. La forma en que nos manejamos con un bebé desde su gestación, determina de alguna manera su forma de desenvolverse…nada es gratis, nada es porque sí. )
El auto dobla y yo por primera vez me doy cuenta lo difícil que es sostener a mi bebé en un auto doblando. Siento que su pequeña y frágil cabecita iba a chocar contra las puertas o que van a volar objetos dentro del auto y lloro de la impotencia y de la vulnerabilidad que siento. Claro mientras estuvo en la panza, yo disponía de mi cuerpo, mis manos me sostenían a mí. Ahora mis manos sostienen a mi bebé y con lo que me queda de cuerpo me sostengo a mí. Bah, con lo que voy recuperando de cuerpo porque en el Sanatorio se han adueñado de mí, tanto que casi pedía permiso para bañarme, para hacer pis y hasta llegué a sentir que todo el resto del Sanatorio sabía más de mi propio cuerpo y de mis sensaciones que yo misma.
Estoy compartida pensé, y ahí mismo me largué a llorar de nuevo…. Mi marido me dice –“No llores, mira que bebé lindo que tenemos, no llores, dale, ponéte bien que ya llegamos a casa” – ¿Será acaso que estando lejos de casa o teniendo bebé fulero tengo yo entonces más libertad de llorar?
Yo voy desarmando esa frase, “que no llore porque tenemos un bebé lindo” ¡Menos mal que no me salió feo,¿ sino tendría que llorar varias horas al día? “Que me ponga bien porque ya llegamos a casa” ¡¡¡¡¡Justamente, estamos llegando al lugar del que la última vez que Salí, contaba con mis dos manos para sostenerme en un auto que dobla!!!!!!!!
Me siento injusta y desagradecida con la vida por estar llorando sin haber encontrado el motivo y casi sin tenerlo, a los ojos de mi marido.
Tomi, durante el viaje fue abriendo lo ojos con un gesto en el que fruncía la frente y como si estuvieran tirándoles unos hilitos desde arriba para abrirlos con mucha pesadez y luego cerrándolos nuevamente. Son gestos raros los que hace, por un momento pensé que podría tener un bebé con problemas pero las enfermeras me dijeron que son todos normales esos gestos. Además a veces tira los ojos para atrás y los pone chuecos. También hace respiraciones como agitado y pensé que podría tener problemas de corazón. En realidad todo el tiempo tengo miedo de que tenga algún problema y si no lo miro siento que puede pasarle algo, como si con la mirada yo pudiera controlar que este bien. Son sensaciones muy nuevas pero a la vez muy cansadoras porque estoy pendiente permanentemente. Me gustaría tener un clon de mi misma…
Bajamos del remis, lo veo a mi marido con mil bolsos, respondiendo llamados de todos los que HOY quieren venir a ver a Tomi. El camina normal. Yo no, yo camino como pato con equipaje, me siento rara en este cuerpo, mi espalda es como un huevo porque llevo a Tomi a upa como si con los brazos lo pudiera circundar parecido a cuando hasta hace pocos días estaba en la panza. El encargado del edificio nos ve, nos saluda y le toca la frente a Tomi, ¿Qué necesidad de tocar a un bebé ajeno? Voy en el ascensor y siento que las manijas y los botones que son tocados por mil personas mil veces por día, son una amenaza inmunológica, ¿no hay esterilizadores para la vida? Siento que me acabo de comprar una obsesión ¿cómo voy a hacer para seguir mi terapia con un bebé? Siento una gran necesidad de resguardarlo de los gérmenes, siento que todo está sucio que todo es peligroso. El freno del ascensor no está diseñado para bebés…
Entro a casa, el olor a mi casa me calma, me siento tranquila. Me acerco al moisés que deje preparado para Tomi. Lo dejo suavemente especulando con que se va a despertar. Termino de dejarlo y lo miro y sigo especulando con que se va a despertar. No se despierta, entonces lloro. Lo observo y lloro más y más.¡¡¡ En realidad creo que lloro porque no sé bien qué voy a hacer cuando se despierte realmente!!! Pero lo miro y le dijo -“Hijo, llegamos a casa“- y siento que estoy conversando con él y lloro más ¡Ay Dios! Ya tengo los ojos como huevos de tanto llorar…
Miro a mi alrededor y veo los bolsos con sus mil bolsillos llenos de cosas para revisar y acomodar.
También pienso que tengo que ir al baño y poner el jabón líquido y la jarrita y los apósitos y la cremita y las medicaciones, a mano. También pienso que tengo que dejar el cambiador y el óleo ¿ya podré usar el óleo o sigo con el algodón con agua?, y el algodón y el alcohol y la gasa y los pañales y ropita de recambio, a mano. Dejo de pensar porque las manos no me alcanzan…
Los Bebés no pueden ir solos al “Gran Estreno” de la Vida, van acompañados por nosotros. Volver a ver esa Obra es lo que nos deja vulnerables y vulnerados, pero es necesario volverla a ver para poder explicárselas cuando algo no les resulta comprensible.