El embarazo es un tiempo de adaptación y encuentro con nuevas sensaciones y hábitos. Entre ellos el sueño o descanso nocturno suele ser bastante diferente a medida que vamos llegando al final de la gestación.
Muchas mujeres consiguen descansar gracias a almohadas y almohadones que van acomodando en sus puntos de apoyo clave para mantener la posición en la que se sienten confortables. Estas estrategias pueden ser útiles para prolongar los períodos de sueño profundo de la embarazada.
Otra situación que se presenta durante el tiempo de descanso es la necesidad imperiosa de acudir al baño. La vejiga queda cada vez más limitada de espacio a medida que él o los bebés crecen.
Otras mujeres cuentan que durante la noche la incidencia de los calambres y hormigueos en sus piernas es mayor y que esto a veces provoca despertares que preferirían evitar.
Lo cierto es que los bebés se mueven y son percibidos por sus madres con más intensidad a medida que el embarazo avanza. Los movimientos de los bebés dentro del útero son casi permanentes a lo largo de todo el día. La diferencia con la noche, en los espacios de descanso, es que en la posición acostada la percepción es mucho más notoria.
Siempre digo que toda esa actividad nocturna de un bebé en gestación se suele repetir una vez que ha nacido ¿por qué entonces nos provoca ternura divisar los movimientos del bebé dentro de la panza y nos resultan tan difíciles los despertares una vez que ha nacido?
La respuesta a esto está siempre ligada a los hábitos familiares y sobre todo al ámbito donde la familia vive. En general los bebés que nacen en las grandes urbes suelen tener comportamientos más propios al estilo de vida de ciudad. Aquellos que nacen en zonas más rurales o poblaciones pequeñas, suelen ser menos irritables.
Para comprender el comportamiento y las necesidades de los bebés es necesario primero revisarnos a nosotros mismos y ser empáticos.