Los juegos, persuaciones y manipulaciones
Todos en algún momento de la niñez hemos conocido uno o más juegos tradicionalmente aceptados por la sociedad y transmitidos de generación en generación sin mucho miramiento ni necesidad de reflexión.
Pero, ¿Qué mensajes puede haber escondidos detrás de algunos juegos?
Muestras culturales y comportamientos sociales han ido plasmándose de manera lúdica en las personas. No podemos olvidar que los juegos son entre otras cosas propuestas de aprendizajes encubiertos a través de la diversión. En este punto podríamos preguntarnos: ¿A qué jugaban los niños durante el Imperio Romano? ¿Qué juegos prevalecían entre los hijos de los grandes dictadores? ¿Cómo podríamos transformarlos en función de contemplar las necesidades de todos?
La diversidad de pensamientos y la posibilidad de inclusión social comienza en cada casa. A través de un juego tan representativo como el “Veo Veo” podemos crear una versión para no videntes que se llame “Siento Siento” o “Toco Toco” o “Huelo Huelo”. Parece una simpleza pero, el mensaje es la adaptación a diferentes circunstancias, el desafío de la sensibilidad a través de la exploración de todos los sentidos. La inclusión se aprende desde el inicio de la vida.
Los juegos además de entretenernos, nos marcan pautas acerca de cómo permanecer en ellos. Esto sería equivalente a comprender que en la vida en sociedad también hay reglas que nos mantienen dentro del “juego”. Este sería entonces un gran aprendizaje. Respetar las reglas tiene premio, no respetarlas conlleva un castigo. No jugar equivale a no exponerse a nada, a no correr riesgos.
Lo que podríamos tal vez plantearnos es a qué juego queremos seguir jugando cuando haya acabado la niñez. Tantos adultos jugando a “Las Escondidas” o al “Solitario”. Que los juegos se articulen con las emociones y sean promotores de vínculos saludables y no de mera competencia y trampa, ese es el desafío para muchos.
Para graficar esto que pienso voy a citar sólo algunos juegos porque seguramente quien lea podrá recordar muchos más y llegar a conclusiones.
Un buen ejemplo es “El huevo Podrido”. Se juega en ronda, todos mirando al centro y quién tiene el huevo podrido gira por fuera de la ronda buscando dejarle el huevo podrido al más distraído, quien recibe el huevo podrido a sus espaldas debe correr al que se lo dejó que buscará ocupar el lugar vacío que éste dejó en la ronda, dejando atrás entones su despreciable rol de “huevo podrido”.
Algo similar pasa con “Antón Pirulero” que vive muy estresado porque si no presta atención pierde su juego y tiene una prenda.
Estar distraído o perder la atención serían cosas parecidas entonces, pero en un juego nos hacen perder, en la vida contemporánea pareciera que también.
A los maderos de San Juan en cambio lo que les pasa es que piden pan y no les dan y si piden queso les dan hueso y además como si el engaño hubiera sido menudo, les cortan el pescuezo, queda implícito quién exactamente hace tales cosas pero sigue siendo un tanto cruel el intercambio.
No se trata de descartar la cultura sino de re inventarla. No estamos obligados a hacer las cosas de la manera que nos han sido trasmitidas, ni siquiera es posible pensar la vida como la pensaban nuestros padres y abuelos. En ésta generación los cambios no dependen ni de los gobernantes, ni de las escuelas, dependen de lo singular de cada día. Llamar a la reflexión puede llevarnos a entrar en una crisis. La crisis puede hacernos protagonistas de uno o más cambios. Volvamos a jugar con criterio y modifiquemos las condiciones del juego si queremos tener participación. Sino siempre jugaremos a lo que siempre hemos jugado.
Que lo que los juegos sean capaces de enseñarnos sean valores y principios que es de lo que carecemos.