Hace muy poco publiqué en Instagram una pregunta. La pregunta era la siguiente: “Qué fue lo primero que se te vino a la cabeza cuando te enteraste que estabas embarazada?”
Luego de leer montones de comentarios que llegaron desde todas mis redes y a todas mis bandejas de entrada comprendí que recibir la noticia de un embarazo es una emoción enormemente cargada de historias, expectativas, anhelos, deseos y también de sensaciones adversas, desesperación, negación y más. Capturó mi atención el hecho de leer en muchas respuestas una sensación de desamparo y en esa voy a detenerme.
Es esta una sociedad con poco o nada de espacio para la niñez, los bebés y por supuesto para sus madres. Se espera de los bebés y de los niños una «normalidad» y/o estandarización vinculada a patrones ideales y tablas de crecimiento con gráficos estáticos al tiempo en el que esta misma sociedad levanta banderas de igualdad, equidad, incorporación de la diversidad y sobre todo el respeto por lo diferente.
Es incoherente entonces desde el enfoque social la búsqueda incansable por incorporar la diversidad y al mismo tiempo pretender un estereotipo de bebé e infante que cumpla con patrones y tablas de desarrollo. No hay articulación en las propuestas, no hay coherencia en los discursos.
La adolescencia se extiende mucho más allá del tiempo en el que el cuerpo atraviesa el desarrollo físico para invadir la tan ansiada adultez con una inmadurez y desconsuelo sobre el porvenir. Esa época conflictuada en la que en los albores de las sensaciones vinculadas a la sexualidad comienzan a tomar protagonismo parece ahora mismo estar saboteada por la compulsión del contacto sin afecto, sin emociones. Besar o hacer el amor parecen ser “técnicas” que hay que aprender, motivos para convertirse en influencer o apps que se activan indiscriminadamente entre personas sin vínculos previos ni posteriores. Sin proyecciones vinculares no hay sociedad.
La etapa de bebé también invade la primera infancia con particularidades como las de no abandonar tetas, mamaderas, chupetes y pañales para permanecer un ratito más bajo los cuidados intensivos. Es casi como una resistencia a franquear el paso hacia la siguiente etapa. Es que los bebés tienen la esperanza intacta, virgen. Ellos realmente creen en la posibilidad de ser una generación de humanos más sensibles. Promover las sensaciones y percepciones a través de los sentidos es un hito para ese cambio social que todos buscamos. Buscar cerrar los ojos, anteponer las manos y caminar guiados por el afecto, las emociones. Buscar inhibir los dedos que tocan y tocan una pantalla táctil en busca de seguidores y volver a sentir la finitud de las personas reales, tangibles, de los vínculos genuinos. Acercar los cuerpos sin mirarlos, usar el olfato. Tocar con las emociones, volver a la matriz.
Seguimos intentando ver niños a los bebés y adultos a los adolescentes, sin embargo, los adultos no toleramos la madurez. Nadie parece estar del todo cómodo en su envase.
La búsqueda frenética de seguidores hace que el horizonte cambie de lugar al ritmo que el algoritmo propone. Buscar seguidores es, no se confundan, ni más ni menos que buscar amor. El dilema es que el amor es cualitativo, no cuantitativo. Creo que justo ahí radica el error.
Es tal vez todo esto una evolución hacia un estilo de vida en la que la expectativa va dándonos muchos más años y como consecuencia las etapas del ciclo vital deben ir adaptándose acorde a eso. Si vamos a conseguir vivir más es lógico que las etapas del ciclo vital también puedan adaptarse a nuevos períodos. En una sociedad de vínculos descartables buscamos ser inmortales.
Considero que todos los embarazos entran hoy en la categoría de «embarazo de riesgo» si no tomamos conciencia de lo importante que es asumir la responsabilidad completa de una personita nueva que estamos incorporando a esta sociedad.
Conocer la noticia de un embarazo en curso es marcar apenas un puntito en la línea de tiempo de vida de un nuevo ser humano. Como familias nos toca trabajar con esta sociedad y amasarla nuevamente para que sea más acorde a lo que pretendemos para ese nuevo integrante y a la vez nos toca trabajar sobre nosotros mismos para ser la familia que todo bebé necesita hasta que consiga llegar a la adultez.
Rememorar las emociones vividas con la noticia del embarazo es un tesoro que merece ser compartido con la persona que comenzó ese proceso, nuestro hijo. Contarle cómo empezó todo puede darle muchas respuestas y a su vez el contexto necesario para transitar esta vida siendo consiente. Decirle la verdad es a veces difícil y otras no tanto, pero es un derecho que todo Ser Humano tiene aún antes de haber nacido.
Felicidades a todos los que vieron dos rayitas!!