Cursar un embarazo y recibir una noticia inesperada puede parecer la injusticia más grande de la naturaleza. La primera pregunta es “Porqué a mí” Luego aparece la búsqueda del motivo que lo causó y mil variantes pasan por los pensamientos de una madre.
Otras veces la noticia llega ahí mismo en la sala de parto, luego de ver su carita incompleta comienza un torbellino de emociones encontradas y desencontradas. La angustia invade el abrazo, la incertidumbre limita la posibilidad de disfrutar, el encuentro se vuelve difícil. El apego es ambivalente.
Mucha gente opinando alrededor, algunos saben acerca de lo que hablan otros son testigos de algún caso aislado y muchos sienten pena y compasión por este “pobrecito” bebé.
En la mezcla de emociones es difícil poner límites a los comentarios que fielmente no sumarán a la causa. A veces aparece una o más de esas personas que abren una ventana de esperanza y dejan entrar una brisa de alivio. Un abrazo, un contacto cariñoso, eso necesitamos las madres en el momento de recibir un bebé con LPH. Alguien que nos diga mirándonos a los ojos que todo va a estar bien.
En el instante que conseguimos esa calma nos damos cuenta que ese bebé nuestro además de una boca tiene dos ojos. Esos ojos no cesan de buscar la mirada amorosa de las nuevas personas que inmediatamente está conociendo. Y son muchas personas, más de lo usual. Casi todas esas personas han mirado sólo su boca. ¿Han pedido permiso al bebé para tocar su cara, mirar su boca?
Tu bebé con LPH necesita que lo mires a los ojos, busca su mirada, cuéntale la belleza de su existencia. Háblale acerca de un camino que van a recorrer, sinuoso por momentos, pero siempre de la mano. Explícale que hay gente no está lista para apreciarlo así tal como la naturaleza lo ha formado. Lo que tu bebé tiene merece no llamarse malformación, es en realidad una falta de fusión algo que quedó más abierto de lo usual. Esto guarda una relación directa con nuestra personalidad, esa que desarrollamos a lo largo de muchos años y que junto a otras habilidades nos hace atractivos más allá de las cicatrices. No me refiero a las cicatrices visibles, esas no son tan significativas como las invisibles. Desarrollamos la apertura porque con eso hemos nacido, la apertura de ser capaces de incorporar la diversidad de una población humana que no siempre está preparada para lo que no estaba en los planes.
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